Dicen que la enfermedad
es la única sombra que puede borrar el idioma de los niños, o al menos,
apagarlo durante el tiempo que se queda con ellos. Dicen que una de las cosas
que contagian un mayor sentimiento de ternura es la sonrisa de un pequeño. Y
eso es lo que deben de pensar Piruleto, Tirita, el Cocinero de los Cuentos y
todas las personas que semana a semana colaboran con esta asociación haciendo
reír, soñar y permitiendo saborear la felicidad a decenas de niños ingresados
en los hospitales públicos de Madrid.
El ‘Circo de Piruleto’ es
eso mismo: un lugar para la imaginación, aunque sin carpa ni trapecistas ni
animales peligrosos haciendo multitud de movimientos espectaculares. Sólo una
nariz postiza, unos zapatones de talla XXL, pintura de colores a mansalva y una
ración y media de fantasía le hace falta a toda esta gente para entrar por las
secciones de infantil de hospitales como el Doce de Octubre o el Niño Jesús.
“Los niños mantienen en
pie una ilusión fuera de lo común”, dice Silvia, ‘Tirita’ en ocasiones, y una
de las voluntarias de esta asociación. “No son como los adultos porque a ellos
es más sencillo llevarles al terreno de la magia y los juegos”, razones de peso
que han servido para convencer a muchos voluntarios; porque vestir ‘el traje de
luces’ del circo es como animarles a vivir en la piel del payaso que todos
llevan dentro.
“Cuando
te vistes de payaso eres otra persona, alguien que ni tu mismo conocías. De
repente te ves en el espejo lleno de colores, con una gran peluca naranja y una
nariz impresionantemente exagerada. En
ese momento te olvidas de quien eras y te conviertes en tu payaso, el payaso
que todos llevamos dentro pero que nos da vergüenza sacar. Y piensas en los
niños y estás deseando salir para que te vean, para hablar con ellos y sobre
todo para que se trasladen a ese mundo irreal y de fantasía que les regalas por
momentos”, continúa Silvia.
Porque ese regalo significa algo más que
unos minutos de respiro. Está comprobado que a los niños una sonrisa les vale
más que altas dosis de medicamentos. Y a sus padres, el ver contentos a sus
hijos, mucho más. Les da esperanza.
Dicen que la terapia de la risa es la
mejor medicina que hay, una realidad que corrobora cada una de las enfermeras
de la sección de infantil del hospital Doce de Octubre de Madrid. “La idea no
sólo es buena, es muy buena. Cada tarde estamos impacientes por ver aparecer a
los payasos del Circo de Piruleto, porque para nosotras es muy importante que
los niños se distraigan de lo que están pasando y de lo que están sufriendo.
Las risas acaban contagiándose y el cambio de actitud de estos pequeños es
positivo tanto para sus padres como incluso para nosotras, que los vemos más
contentos”, afirman las enfermeras María José Chanfreut, Concha Gil y Esther
Blanco.
Una Asociación para la risa, la sonrisa y
la esperanza
La asociación ‘El circo
de Piruleto’ nació en 2005 con el claro objetivo de llevar un puñado de
sonrisas a todos los niños hospitalizados. Como todos los comienzos el darse a
conocer era más un complemento a la actividad que iban a empezar a llevar a
cabo, que una prioridad. Y poco a poco, los apoyos fueron multiplicándose
gracias a la implicación de más colaboradores y voluntarios, que aún hoy, no
dudan en vestirse de brujas, magos y payasos para regalar algo de alegría a los
niños.
Las tareas que lleva a cabo la Asociación
no sólo se limitan a atender esos momentos de ‘desconexión’ de los pequeños.
“Nuestras labores van mucho más allá que las de vestirse de payaso y contar
adivinanzas. Atendemos, con humor, sonrisas y alegría, los ingresos programados
de los niños, recibiéndoles cuando sabemos que van a instalarse por un tiempo
en el hospital. Intentamos quitar ‘hierro’ a estos ingresos y sobre todo
detectar carencias sociales en todas estas familias”, explica Fernando
Martínez, ‘Piruleto’.
Fernando M., el promotor
de todo el circo, es la mayor fuente de ilusión de la Asociación. Alejado de
teclados, ratones y servidores con los que trabaja a diario, la visita a los
hospitales la entiende como una necesidad, la necesidad de ser feliz haciendo
felices a niños, a padres y a todo el entorno que pueda rodear a la enfermedad
de un pequeño.
Y entre los voluntarios:
estudiantes, parados, futuros doctores y periodistas. Gente en su mayoría
joven, llena de vida y con mucha energía capaz de arrancar a un niño una
sonrisa de oreja a oreja. Porque para ser voluntario solamente hace falta tener
ganas y comprometerse.
Un compromiso que por
parte de entidades como Barclays, Peugeot-Citröen (que les entregó el pasado
año el trofeo Solidaridad ‘Que enamora’), El corte Inglés, Ordesa (con la
donación de peluches) o las editoriales Paidotribo o Random House (mediante la
donación de libros), permite a la Asociación contar con algunos apoyos para
seguir poniendo en marcha el espectáculo un año más.
Ahora, que el espectáculo
comience, que el circo estará cada domingo, cada lunes, martes, y el resto de
la semana, haciendo reír a los niños y permitiéndoles saborear momentos de
felicidad y risas…hasta mañana.
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