De mayor quiero ser payaso

Reportaje publicado en septiembre de 2007 en el periódico Extremadura al Día


Dicen que la enfermedad es la única sombra que puede borrar el idioma de los niños, o al menos, apagarlo durante el tiempo que se queda con ellos. Dicen que una de las cosas que contagian un mayor sentimiento de ternura es la sonrisa de un pequeño. Y eso es lo que deben de pensar Piruleto, Tirita, el Cocinero de los Cuentos y todas las personas que semana a semana colaboran con esta asociación haciendo reír, soñar y permitiendo saborear la felicidad a decenas de niños ingresados en los hospitales públicos de Madrid.

El ‘Circo de Piruleto’ es eso mismo: un lugar para la imaginación, aunque sin carpa ni trapecistas ni animales peligrosos haciendo multitud de movimientos espectaculares. Sólo una nariz postiza, unos zapatones de talla XXL, pintura de colores a mansalva y una ración y media de fantasía le hace falta a toda esta gente para entrar por las secciones de infantil de hospitales como el Doce de Octubre o el Niño Jesús.


“Los niños mantienen en pie una ilusión fuera de lo común”, dice Silvia, ‘Tirita’ en ocasiones, y una de las voluntarias de esta asociación. “No son como los adultos porque a ellos es más sencillo llevarles al terreno de la magia y los juegos”, razones de peso que han servido para convencer a muchos voluntarios; porque vestir ‘el traje de luces’ del circo es como animarles a vivir en la piel del payaso que todos llevan dentro.

Cuando te vistes de payaso eres otra persona, alguien que ni tu mismo conocías. De repente te ves en el espejo lleno de colores, con una gran peluca naranja y una nariz  impresionantemente exagerada. En ese momento te olvidas de quien eras y te conviertes en tu payaso, el payaso que todos llevamos dentro pero que nos da vergüenza sacar. Y piensas en los niños y estás deseando salir para que te vean, para hablar con ellos y sobre todo para que se trasladen a ese mundo irreal y de fantasía que les regalas por momentos”, continúa Silvia.

Porque ese regalo significa algo más que unos minutos de respiro. Está comprobado que a los niños una sonrisa les vale más que altas dosis de medicamentos. Y a sus padres, el ver contentos a sus hijos, mucho más. Les da esperanza.

Dicen que la terapia de la risa es la mejor medicina que hay, una realidad que corrobora cada una de las enfermeras de la sección de infantil del hospital Doce de Octubre de Madrid. “La idea no sólo es buena, es muy buena. Cada tarde estamos impacientes por ver aparecer a los payasos del Circo de Piruleto, porque para nosotras es muy importante que los niños se distraigan de lo que están pasando y de lo que están sufriendo. Las risas acaban contagiándose y el cambio de actitud de estos pequeños es positivo tanto para sus padres como incluso para nosotras, que los vemos más contentos”, afirman las enfermeras María José Chanfreut, Concha Gil y Esther Blanco.


Una Asociación para la risa, la sonrisa y la esperanza

La asociación ‘El circo de Piruleto’ nació en 2005 con el claro objetivo de llevar un puñado de sonrisas a todos los niños hospitalizados. Como todos los comienzos el darse a conocer era más un complemento a la actividad que iban a empezar a llevar a cabo, que una prioridad. Y poco a poco, los apoyos fueron multiplicándose gracias a la implicación de más colaboradores y voluntarios, que aún hoy, no dudan en vestirse de brujas, magos y payasos para regalar algo de alegría a los niños.

Las tareas que lleva a cabo la Asociación no sólo se limitan a atender esos momentos de ‘desconexión’ de los pequeños. “Nuestras labores van mucho más allá que las de vestirse de payaso y contar adivinanzas. Atendemos, con humor, sonrisas y alegría, los ingresos programados de los niños, recibiéndoles cuando sabemos que van a instalarse por un tiempo en el hospital. Intentamos quitar ‘hierro’ a estos ingresos y sobre todo detectar carencias sociales en todas estas familias”, explica Fernando Martínez, ‘Piruleto’.

Fernando M., el promotor de todo el circo, es la mayor fuente de ilusión de la Asociación. Alejado de teclados, ratones y servidores con los que trabaja a diario, la visita a los hospitales la entiende como una necesidad, la necesidad de ser feliz haciendo felices a niños, a padres y a todo el entorno que pueda rodear a la enfermedad de un pequeño.

Y entre los voluntarios: estudiantes, parados, futuros doctores y periodistas. Gente en su mayoría joven, llena de vida y con mucha energía capaz de arrancar a un niño una sonrisa de oreja a oreja. Porque para ser voluntario solamente hace falta tener ganas y comprometerse.

Un compromiso que por parte de entidades como Barclays, Peugeot-Citröen (que les entregó el pasado año el trofeo Solidaridad ‘Que enamora’), El corte Inglés, Ordesa (con la donación de peluches) o las editoriales Paidotribo o Random House (mediante la donación de libros), permite a la Asociación contar con algunos apoyos para seguir poniendo en marcha el espectáculo un año más.

Ahora, que el espectáculo comience, que el circo estará cada domingo, cada lunes, martes, y el resto de la semana, haciendo reír a los niños y permitiéndoles saborear momentos de felicidad y risas…hasta mañana.



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